fredag 20 mars 2009

Victor Jara en la memoria


Enrique Duran

Era la fiesta de ”los mechones” de ese año. Recibíamos a los nuevos alumnos que ingresaban a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Era la bienvenida para esos novatos que, al igual que nosotros, soñaban con subirse un día al escenario a interpretar Chejov o Shakespeare, Pirandello, Brecht. Ninguno de nosotros sospechaba siquiera lo que ocurriría en los próximos diez años. Nadie se hacía la pregunta: ”Estaremos vivos? ”. Los años que vendrían serían ricos en proyectos de vida, en cambios sustanciales en nuestra sociedad. Estábamos a las puertas de una revolución verdadera y también frágil.


Pero ahora estamos en los comienzos de ese año l961.Es otoño. Mes de abril. Ese otoño de Chile cuando los días son más cortos y más luminosos, cuando empieza a hacer frío y los estudiantes sueñan con nuevos amores y abren libros de páginas fragantes. Era tarde ya, noche cerrada. El teatro Antonio Varas había apagado sus luces y sólo estabamos nosotros, los alumnos de la Escuela y algunos de nuestros profesores y actores amigos, aquellos con quiénes teníamos una relación cordial.Estaban Patricio Bunster, Pedro Orthous, Domingo Piga, Héctor Duvauchelle, Roberto Parada.

Eran nuestros amigos, profesores y maestros en ese difícil arte del Teatro. Eran también, en su gran mayoría, nuestros compañeros. Mucho antes que nosotros estaban ya en las barricadas de lucha junto a las organizaciones del pueblo. Los admirabamos porque eran grandes actores, directores de teatro y también por su compromiso político siempre presente, siempre activo.Sí. A don Roberto Parada con sus años, su experiencia, su madurez, lo llamábamos compañero. Era un título de honor y de respeto. Y él respondía, ”Diga, maestrito”, con tono cariñoso y paternal.La fiesta era animada y hermosa. El buffet de siempre: empanaditas de pino y de queso, aceitunas, canapés y vino.

En chuicos. Mi vino preferido era el que comprábamos a los hermanos Jerez, en Quilicura. Un mosto robusto traído de Olmué o de San Pedro. Una discreta algarabía, murmullos, risas. Nuevos amores y romances se esbozaban ya entre los estudiantes. Parejas que iniciaban avances tímidos. ”Puchas que me gustai, cabrita” – ”Córrete, fresco, salta p’al lao!”En algunos grupos se discutían los últimos estrenos. Corría el rumor de que ese año, quizá, vendría Atahualpa del Cioppo para dirigir un Brecht, el Círculo de Tiza Caucasiano. El ”chico” Orthous había quedado impresionado cuando vió el montaje del Teatro El Galpón, en Monteviveo. Y quizás, don Pedro de la Barra intentaría un remontaje de La Viuda de Apablaza. Quizás.

La Viuda era ya un montaje mítico en la historia del teatro chileno.Avanzada la noche, un compañero anuncia que Víctor Jara va a cantar. Algunos se sorprenden. No saben que Víctor canta y canta en serio. Lo he visto en otras fiestas cantando a dúo con Nelson Villagra. Se llaman ”Los Afuerinos de Calle Larga”. Cuecas y tonadas, folklore recogido de la zona de Chillán de donde Nelson es oriundo. Allí también nació Víctor aunque su su familia se trasladó cuando él era muy niño a la provincia de Santiago.

Pero Víctor tiene una amarra especial con Chillán, con los pueblitos del interior, allí donde ha empezado a madurar como ser humano, como artista y donde su compromiso político se ha hecho más fuerte y vigoroso.En la Sala de Ensayos del Teatro Antonio Varas, ese lugar casi mítico y sagrado donde se han ensayado casa cien obras de teatro : Noche de Reyes, La Violación de Lucrecia, La Opera de Tres Centavos, Las Brujas de Salem, La Muerte de un Vendedor, Todos son mis Hijos, Mama Rosa, Baile de Ladrones, el Sombrero de Paja de Italia; allí, en ese lugar que simboliza la mejor tradición del teatro que tenemos en Chile; allí, en esa Sala, Víctor realiza lo que podríamos llamar ”un estreno en sociedad.”Naturalmente ha cantado antes en público. Es integrante del grupo Cuncumén .

El Cuncumén viene llegando de una gira exitosa por la Unión Soviética donde Víctor ha cantado por primera vez como solista. Pero aquí, en esta fiesta de ”mechones”, aquí, en su Escuela, son pocos los que están enterados de que Víctor toca la guitarra y canta.Algunos piensan que Víctor es un bicho raro. Viene a sus clases y desaparece. Tiene poco contacto con la diversidad de grupos y clases sociales que coexisten en la Escuela.No se le vé jamás en el Casino Estudiantil ni en los cafés céntricos donde acuden los estudiantes de Teatro, de Arte y los literatos y poetas conocidos. Víctor no tiene dinero para gastárselo en un café o en un sánguche. Pocos saben que ha vivido de niño en una población callampa.

Dos o tres conocen que vive de una Beca de Estudios conseguida por el Director de la Escuela y sobrevive a los tumbos de la vida aferrado a su guitarra y a una mala almohada en una pieza de pensión. Nada excepcional para esos tiempos. Los estudiantes hijos de familias pobres, los que podíamos entrar a la Universidad, vivíamos de becas, de subsidios, en piezas de pensión de mala muerte y, no hace falta decirlo, nos matriculábamos allí donde de alguna manera se reflejaba nuestra condición social, nuestra opción ante la vida: la Universidad de Chile que pasaba a ser nuestra segunda casa.Se hace silencio.

Miramos a ese joven, nuestro compañero de escuela, un hombre con rostro aún de muchacho, que afina su guitarra. La sujeta amorosamente como quién abraza a ese amor que da luz a toda nuestra vida. Lo hemos visto en el exámen de fin de año. Su curso presentó La Visita del Inspector de J.B. Priestley. Él hacía el rol del Inspector. Muy bien. Con un brillo peligroso en la mirada y un tono sarcástico en sus réplicas que te hacía pensar inmediatamente en el Hermano Interrogador de esa gran novela ”1984”. Me tocó actuar antes con él en ”La Verdad Sospechosa” de Pedro Ruiz de Alarcón. Una obra clásica. Con la sabia dirección de Pedro Orthous. Ambos actuabamos de saltimbanquis, con la cara pintada de blanco, y nos divertimos mucho. Fué entonces cuando descubrí que Víctor tenía un increíble sentido del humor. Era capaz de reírse de todo. Fué la primera vez que compartí con él un sánguche de ave que yo había comprado en La Gallina, ese viejo boliche de la Casa del Conde de la Conquista. Después compartiríamos empanadas de queso y pino en El Rápido.

Nos quedaba frente a la Escuela.Víctor usa bien, muy bien, su técnica vocal. Y su cuerpo, en el escenario, se vé relajado y elástico, Tiene futuro como actor, creo yo. Un cierto magnetismo. .Pero en estos momentos, en este otoño del 62, todos lo miramos con curiosidad. Un estudiante de teatro abrazado a una guitarra. Un aspirante a actor sentado en una silla, concentrado susurrando palabras misteriosas a ese instrumento musical con torso de mujer que reposa en sus manos.Y es extraño. Nadie impone silencio. Los rumores se acallan. La concentración de ese exigente público que no perdona errores es ahora absoluta. La pausa se prolonga como si el cantante exigiera con su sola presencia un silencio total. Pero, qué se cree el Víctor, ah? Eduardo Falú ? Atahualpa Yupanqui? No, pues.

Si no es pa’ tanto! Hay una sonrisa leve en muchos rostros. Sí, pero qué se cree este cantor que nunca empieza? Atorrante, teatrero! Sin embargo, hay algunos que entienden. Este cantor espera que nazca ese momento mágico en que la voz, la guitarra, los ecos misteriosos de cada fibra de cada corazón, en cada cual y en cada quién se hagan presentes, se tomen de la mano y vuelen como pájaros de amanecida allá en el Sur. Y entonces nace, se hace luz, se hace sombra y substancia. Y cae el primer verso como una ala mágica que vuela hacia ese espacio donde estamos siempre solos, plenos y absolutos, pero en comunión con los demás. Ese espacio que llamamos música.” Paloma, quiero contarteque estoy solo y que te quiero,que la vida se me acabacuando te siento tan lejos…Palomita, verte quiero. ”En esa fiesta de ”mechones” asistimos a este milagro de la música, del arte. Ante nosotros, su compañeros y amigos, público exigente y feroz, despiadado, Víctor hace su ”presentación en sociedad”.

Y nos gana para el resto de la vida. A quién diablos le importa si va a ser un buen actor o no? O un magnífico director de teatro? Aquí nace, ante nosotros, un cantautor, un poeta con el cual iniciamos este viaje maravilloso hacia un mundo más justo, hacia un planeta solidario, una tierra que sea hogar de todos, una casa donde somos hermanos y donde repartimos el pan de cada día.Un viaje poético, musical y absolutamente real en nuestras vidas. Este viaje que no ha terminado, que no termina nunca y donde él sigue cantando.

Enrique Durán


Publicado en continente.nu el : 2007-11-28 obtuvo 1181 Muestras

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