fredag 20 mars 2009

PINOCHET: UNA MUERTE ANUNCIADA


” por qué no lo maté en mi sueño, por qué lo dejé huír?”

Enrique Duran

Quizás no estábamos preparados para esta muerte tan anunciada. Estoy parafraseando conscientemente a don Gabriel García Márquez.Sabíamos que esa muerte estaba ahí a la puerta, muy presente, y que de alguna manera queríamos impedirle el paso. Que no entrara. Que se quede afuera. Porque no es posible que una persona que tiene que someterse al Juicio Público de sus actos se quede ahí al margen.
Y todo porque la muerte viene a reclamarlo. Además, porque entre ese anciano despreciable y yo hay cuentas que ajustar. Y muchas. No sólo eso. Él tiene que dar respuesta a la exigencia de miles y de miles de chilenos que quieren tener noticia de sus muertos, de sus torturados y desaparecidos. Sabemos que el anciano es un pollo cobarde y que se esconde entre pretextos y mentiras.

Está enfermito el pobre. Mentira!No recuerda nada. Mentira! Ahora seguirá mintiendo por los siglos de los siglos con bendiciones papales y eclesiásticas.Hace años soñaba que me lo encontraba a boca de jarro en una calle poco iluminada. Podía haber sido la calle Mosqueto o Villavicencio. Èl venía sin escolta. Con su uniforme habitual, ese que usó para la célebre fotografía.Me miraba nervioso.- General – decía yo en voz baja. – Se le ha perdido algo.- Qué? – mascullaba él, tratando de esconderse.- La vergüenza, quizás. La decencia. La honra.- Dónde está mi escolta!- vociferaba . – Dónde está Merino?- Merino está, con toda seguridad en el Infierno – replicaba yo.
Si esque el dichoso infierno existe.Él huía despavorido hacia el edificio Gabriela Mistral.- Dejémosle que arranque – susurraba el Chico Toledo apareciendoentre las sombras de una noche fantasma. – Pegarle un balazo es un castigo tonto y fácil. Parecería una venganza. Hay castigos peores. Someterlo a juicio, por ejemplo.
Que el mundo lo señale con el dedo y le grite : ”Asesino, torturador cobarde, mentiroso, ladrón!”Despertaba empapado por la angustia, pensando, odiándome hasta el alma, ” por qué no lo maté en mi sueño, por qué lo dejé huír?”Se me aparecían entonces los rostros de Eduardo Chanfre, de Arnoldo Camú, de Exequiel Ponce, el Chino Díaz, Carlos Lorca, Miguel, el Baucha, Javier Sobarzo, el Coño Molina, la Piti Vergara, la Virginia y Elías torturados, el Chico Pérez y la Lumi Videla y tantos, tantos miles.
Me miraban como preguntando algo. Y yo bajaba la vista avergonzado. Tanto muerto. Tanto torturado y desaparecido. Tanto exilio. Tanta angustia y tanta muerte en ese exilio. Tanta vido y futuro rotos, despedazados para siempre.Noche después volvía a repetirse el mismo sueño. La pesadilla. La angustia. Sentirse culpable porque el asesino estaba vivo y gozaba de buena salud.La sorpresa vino cuando la policía inglesa lo detuvo en Londres. Aparecía en las imagenes de TV como un viejito frágil, enfermo, a punto de morirse.Los socialistas británicos se compadecieron de él.
Lo soltaron. Que vuelva a casa ese viejito tembloroso y muera en paz.Todos pudieron ver su llegada al aeropuerto en Chile. Bajó del avión en silla de ruedas abrigado con mantas. Las bandas iniciaron sus marchas militares. El viejito recompuso la imagen. Se paró de la silla sonriendo. Avanzó con paso decidido y firme hacia el General en Jefe del Ejército y lo abrazó emocionado. Quizás una lágrima corrió por su mejilla. No sé. Pero con paso de Comandante Supremo saludó militarmente a las unidades del Ejército que lo esperaban en el aeropuerto para rendirle honores militares.
El viejito sonreía quizás bajo el bigote. Había engañado a medio mundo.Nunca quizás he despreciado más al viejito asesino que en ese instante, cuando las cámaras de TV mostraban su cara mentirosa y cruel. ”Se cagó en la leche y en la mar” como dicen mis amigos españoles.La pesadilla regresó. Golpeó a las puertas de mis noches.Después fuí resignándome a la farsa jurídica que hacían sus abogados defensores en los innumerables juicios que siguieron.Algo había de positivo en ello. Las Cortes de Justicia acogían demandas y había Jueces honestos que intentaban la misión imposible de juzgar al viejito por los crímenes y torturas que ordenó ejecutar.
El viejito era un mal actor, pero convencía a sus Jueces de una semi demencia y de que estaba en ese límite donde no podía hacérsele responsable por sus actos. Los de hoy, quizás. Pero y los de ayer?Cuando se le preguntaba por las órdenes que había dado a la DINA y a la CNI, respondía : ”No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fuera cierto, no me acuerdo.” Lejos, en el tiempo, en la desmemoria, habían quedado otras frases del viejito grabadas para el bronce. ” Se mata la perra y se acaba la leva ” ( Grabación. 11 de sept.1973)” No se mueve ninguna hojas en este país si yo no la estoy moviendo”(El Mercurio, 30 de sept. de 1981.)Los tribunales decretaron que el viejito bueno podía irse a su casa y morir tranquilo el pobrecito.El viejito seguía riéndose a sus anchas, celebrando fiestas y cumpleaños en sus parcelas y propiedades que había adquirido con dinero, de adónde?
Y entonces, una Comisión Norteamericana de investigación de fraudes fiscales descubrió que el viejito - criminal pero hombre honesto –era nada menos que un ladrón de alta escuela. No de esos ladrones ”rascas” que te roban la billetera en la micro. No. Sino ladrón de los ”pulentos”.El viejito robaba de las Asignaciones Especiales del Ejército de Chile. Cualquiera otra persona hubiese sido dada de baja inmediatamente, con deshonra, se le hubieran arrancado las charreteras, las condecoraciones, las insignias de Comandante en jefe.Pero el viejito era el viejito. Un viejito bueno. Salvador de la humanidad. Libertador de Chile. Y así las cosas, el Ejército no dudó un instante. Semejantes héroes no pueden ser arrancados de sus pedestales. Todos sus acusadores mienten. Porque el viejito es el viejito. Fué creado como un mito. Artificial y mentiroso. Pero mito al fin y al cabo. Eso está claro.
Fueron lo oligárcas chilenos los que lo elevaron a la categoría de héroe El viejito mostró mucha aplicación en el servicio de los intereses de la clase pulenta, de esos ladrones de cuello y corbata como Ricardo Claro y otros próceres. Ahora no había necesidad de luchar contra sindicatos y esas cosas del infierno, como una clase obrera organizada. No señor. El viejito se encargó de que toda esa gentuza de mierda desapareciera, se hiciera humo, degollados o tirados al mar. Hay que decir en favor del viejito que era un buen católico. Hasta recibió un abrazo y una bendición especial del polaco, quiero decir el Papa, el Sumo Pontífice de esos años.Y bueno. Finalmente el viejito se murió. Hace unos días.

Murió rodeado de sus seres queridos.Otros, los que él ordenó asesinar y torturar no tuvieron esa suerte.Pero como el viejito era buen católico, el obispo Monseñor Goic nos pide que tengamos respeto por el muertito y su familia.El viejito no tuvo ningún respeto por los seres que ordenó asesinar ni por sus familias. Al contrario. Hubo una burla, un desprecio absoluto por nuestros muertos y sus familiares.Pero el obispo nos pide respetar la muerte del viejito y el dolor de su familia.Pero, quizás, me pregunto, ellos, los familiares están contentos. El viejito murió bien, sin cárceles, sin apremios físico ( quiero decir torturas). Quizás ahora se acaben esas odiosas investigaciones sobre fondos fiscales que el viejito traspasó a cuentas bancarias en el extranjero. Quizás ahora la familia pueda recibir la cuantiosa herencia en dólares que les dejó el viejito. La otra cuenta – la que nos duele a todos – ya se encargará El Mercurio de borrarla de la memoria de la historia.

Ya lo ha hecho.Así pués, el viejito seguirá persiguiéndome en las noches. Me acusará de que quiero matarlo. Y yo, infeliz de mí, en mis pesadillas no llevo siquiera un cortaplumas.


Ayer me he enterado de que un joven valiente fué al velorio del viejito en la Escuela Militar. Hizo la cola como todos los demás.

Cuando llegó su turno, se aproximó al féretro. Miró al viejito pétreo y rígido en el ataúd vestido con uniforme de gala. Alzó la voz y dijo: ”Este hijo de puta asesinó a mi abuelo”. Y le escupió la cara.

Ese joven valiente era el nieto del General Prat. Me hubiese gustado estar ahí , acompañarlo y abrazarlo como a mi propio hijo.


Publicado el : 2006-12-14 obtuvo 689 Muestras

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